Te quiero, no
Aunque trabajó durante cuarenta años
en los Atos Hornos,
en su interior había todavía un labrador.
En octubre, asaba pimientos rojos
con un soldador
en el balcón de su casa de barrio.
Su voz era capaz de hacer callar
a cualquiera.
Sólo su hija se atrevía con él.
Él nunca decía te quiero.
El tabaco y el polvo de acero
quemaron sus cuerdas vocales.
Dos amapolas a punto de caer.
Cuando se jubiló,
su hija se casó en otra ciudad.
Él le hizo un regalo.
No eran rubíes, ni siquiera seda roja.
Había ido sacando piezas de la fábrica.
Poco a poco, sus manos soldaron una cama de acero.
Él nunca decía te quiero.
6 comentarios:
Tan duro como precioso. ¡Muchas gracias, querido Eduardo!
La foto es espectacular, digna de ser enmarcada en un lienzo y para el Reina Sofía forever...
Besotes
Xim
un poco triste ....pero la foto suavizo la tristeza
muack
Las fotos son arte y la historia me ha entristecido pero muy buena.
¡ARTE!
Hola primo.,bellas imagenes,siempre la estetica tuya me parece formidable, no se como se hace,pero es bellisimo, eso queria decirte y agradecrte, que me enviaras un e-mail...no se cual es tu correo diario,el de yog o este...
un abrazo enorme enorme enorme
es raro, pero te recurdo y hablo de vos, como si fueras un amigo mio,te estimo por varias razones!
cuidate
lidia-la escriba
¡¡qué buena foto!!
ojalá algún día logre esa estética tan bien cuidada
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